Poder, poderosos, puteros y corruptos

Poder, poderosos, puteros y corruptos. Imagen generada con ChatGPT

Hay una larga serie de personajes famosos con estas características: poderosos, puteros (o al menos mujeriegos) y corruptos: Enrique VIII de Inglaterra, Luis XV de Francia, el archiduque Rodolfo de Austria, John F. Kennedy de los EE. UU., Silvio Berlusconi de Italia, Juan Carlos I de España, etc., etc., etc. 
Esta semana se han publicado hechos muy relevantes de la vida política española. Los resumo para quienes no la sigan. Actores: Koldo García, José Luis Ábalos y Santos Cerdán, los dos últimos, desde 2017, parte del círculo íntimo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Ábalos y Cerdán han sido consecutivamente los secretarios de organización del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) desde 2017 hasta el pasado jueves. Han sido, pues, tras Sánchez, las máximas autoridades del partido que gobierna en España. Ábalos, además, fue ministro de Transportes. El jueves, la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, que investiga y persigue las formas más graves de delincuencia y crimen organizado en España, publicó un informe de más de 400 páginas documentando casos de corrupción por cobros de comisiones ilegales (García, Ábalos y Cerdán) y puterío (al menos García y Ábalos), entre otros delitos. Léase aquí, en un diario tradicionalmente afín al PSOE.

Escribe Josef Pieper en su libro Las virtudes fundamentales: «Es fuerza reconocer que nada ni nadie puede sustraer al poderoso de la realización de una injusticia... salvo su propia justicia. Todo en el mundo depende de que los gobernantes sean justos. Pero es justo esto lo que no se enseña, lo que no se persigue: la formación de los propios gobernantes». 

Primera observación. Cualquiera se puede convertir con enorme facilidad en un Koldo, Ábalos o Cerdán si los billetes de 500 euros están a su alcance y los gestiona por su cargo. Porque en un sentido amplio, los gobernantes de los que habla Pieper somos todos. 

Aristóteles se plantea si ser buen ciudadano y ser un hombre bueno es lo mismo. «La cuestión queda en el aire», observa Pieper, al que le interesa la siguiente apreciación del sabio griego: «Un ciudadano hay al que tal vez debiera exigirse que al mismo tiempo fuese bueno, recto e intachable como hombre: ¡el soberano!». De ahí que el príncipe justo haya sido considerado desde siempre como una encarnación particularmente elevada de la virtud humana, «como un hombre que por la justicia de su gobierno da pruebas de haber salido victorioso de sobrehumanas tentaciones a las que solo está expuesto el poderoso».

Segunda observación. Con el padrenuestro, los creyentes rezamos todos los días: «No nos dejes caer en la tentación». Pero ¿las tentaciones del poderoso son mayores que las del común de los mortales? No estoy seguro y hasta me atrevo a contradecir a Aristóteles si Aristóteles pensaba eso. 

En su Del gobierno de los príncipes (De regimine principum), pregunta santo Tomás de Aquino en qué puede consistir la recompensa adecuada a los desvelos de un rey justo: «Es oficio del rey buscar el bien del pueblo», pero este oficio sería una carga demasiado pesada para la real persona «si no reportara también a esta algún beneficio particular. Parece, pues, oportuno considerar cuál pueda ser la adecuada recompensa del buen rey». Para el Aquinate, el soberano justo, «por haber ejercido fielmente el divino oficio de rey en su pueblo, tendrá por recompensa el estar más cerca de Dios». Por cierto, Tomás de Aquino consideraba que cuando el Estado es óptimo no es posible ser buen ciudadano sin que al mismo tiempo se posean las cualidades propias del hombre bueno. 

Tercera y última observación. En democracia, en cualquier régimen pero sobre todo en democracia, todos deberíamos comprender que somos reyes en un sentido amplio, y que la recompensa por ser buena persona y buen ciudadano no es el poder, el dinero, la fama y el placer sexual, sino «el estar más cerca de Dios», como señala el Aquinate. 

Pero ¿cómo entender el párrafo anterior si no se enseña y se vive «la formación de los propios gobernantes», la que se detiene a fondo en las virtudes fundamentales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza? 

Notas a pie de página:

—Citas tomadas de Pieper, Josef. (2017). Las virtudes fundamentales. Rialp, pp. 98, 99 y 108. 
—Imagen generada con ChatGPT.

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